La historia de la humanidad es la historia de las “apropiaciones” culturales con sus respectivas reinterpretaciones de cada uno de aquellos que se las apropia, lo cual hace que cada objeto propio de una cultura se convierta en otro por el mismo proceso de interpretación y reinterpretación de un grupo humano.
Foto de RODNAE ProductionsEl concepto de “apropiación” implica una relación asimétrica. Es una idea que trae a cuestas que un grupo humano tiene más capacidades que otro, lo cual implica una falta de respeto en sí mismo. Además, involucra explicitar que una de las partes no cuenta con capacidades culturales y una toma algo que le pertenece a la otra. Es una subestimación que está en la raíz misma del concepto.
La idea de la apropiación supone observar las culturas y su producción como entidades fijas y no como un constructo en permanente transformación, y que además, se construye paralelamente, a dos niveles: hacia adentro y hacia afuera. En ambos casos siempre es en relación a un otro externo (diferente a un nosotros) que nos provoca, y que de alguna manera nos obliga a repensarnos y reformularnos.
Una cultura o una producción cultural no puede ser entendida como producto de solo un grupo de personas. Es comprensible que por razones metodológicas sea necesario demarcar el objeto de estudio, pero es solo con fines metodológicos y para tener un simple acercamiento al fenómeno. Sin embargo, la respuesta que de allí puede surgir no es definitiva porque ese fenómeno es el producto de millones de años de interacciones humanas y reinterpretaciones de infinitos grupos humanos. Por esa razón y desde mi punto de vista, las ideas no son de una persona o un grupo de personas, sino más bien el resultado de las interacciones de la humanidad en su conjunto y es ella misma la que se beneficia de ello. Es una construcción en capas en permanente desarrollo apuntalada por estímulos internos y externos al grupo. Para comprender esta idea de una manera bastante ilustrativa tomaremos el siguiente ejemplo: los griegos de la Grecia clásica -a pesar de su brillantez- no pudieron “crear” los smartphones ni tampoco los egipcios pudieron llegar a la luna en cohetes a pesar de su conocimiento sobre astronomía, lo que a las claras demuestra que los inventos, las ideas y las producciones son parte del devenir humano y no por generación espontánea. Con esto reivindico el valor que aporta cada una de las partes en un proceso creativo permanente y ad infinitum (indefinidamente) de la humanidad. En el fondo, se trata de un ensamblaje permanente de capas que decantan en nuevos conceptos, nuevas ideas, y que a su vez tienden a disparar nuevos desafíos y búsqueda de respuestas.
En un encuentro cultural el beneficio es mutuo. Es una falsedad pensar que los grupos humanos no pueden sacar provecho de un contacto con un otro distinto, no solo porque puedan apropiarse de una manera de ser y hacer, sino por el simple hecho de experimentar nuevas cosmovisiones del mundo. Aunque el encuentro cultural no provoque un cambio en la manera de hacer y ser espontáneamente, el simple hecho de interaccionar con lo diferente, al menos provocaría una autoevaluación de las propias prácticas, lo que no necesariamente implique un cambio de hábitos, pero sí útil para reforzar las tradiciones de ese grupo. Eso ya es en sí mismo una intervención.
En ese sentido, yo llamaría esos encuentros o interacciones “colaboración cultural'', ya que sería ridículo pensar que en una interacción cultural solo uno de los grupos se verá beneficiado y/o afectado. La interacción -tan humana- no tiene ideologías. Nada es puro, sino producto de un devenir histórico. El conocimiento no lo es, las culturas no lo son y las etnias, por supuesto, tampoco.
Entonces, cabe preguntarse ¿cómo surge este concepto de “apropiación cultural”? Esa concepción es una falacia que surge de una percepción basada en la superioridad moral, subestimación o una visión etnocentrista. Esta visión asume desde el principio que el otro no es lo suficientemente inteligente como para sacar provecho del intercambio, idea ya de por sí contradictoria porque la apropiación, es en sí misma un reconocimiento a la singularidad del otro y de lo valioso -en algún sentido- de esa singularidad. A mi entender este pensamiento es hijo de teorizadores que dan una respuesta parcial a los fenómenos de: colaboración, reinterpretación y creatividad. Como se ha hecho a lo largo de la historia, las teorías y el conocimiento son flexibles y adaptables al interés del grupo que hace uso de ellas y las toma para justificar sus acciones o cosmovisiones, pero esta no es en sí misma una explicación, sino más bien un recorte autocomplaciente de la realidad.
Por tanto digo que la “apropiación cultural” es uno de los tantos hijos de la corrección política. Esa ideología, importada de aquellos grupos dominantes que a lo largo de la historia han sido opresoras de otras naciones, culturas y razas, surge como respuesta a la “culpa” por las atrocidades practicadas a la largo de la historia, y como si fuera poco, ellos, dueños de una moral al menos cuestionable, se erigen como los representantes del pensamiento libre y deseable. Sorprende, por ejemplo, que los británicos hagan la pantomima de que son los grandes impulsores del movimiento de “no al racismo” cuando han sido ellos, entre otros, los más grandes racistas y opresores de la historia.
En conclusión y a modo de cierre, el mundo es el que es, la humanidad es la que es, las culturas son las que son y sus producciones no tienen origen 100 % identificable. Ninguna etapa del desarrollo humano en sociedad necesitó de una demarcación de límites o “explicación artificial” de un grupo dominante para constituirse como una cultura con códigos y cosmovisión propia; todo es parte del devenir humano y está constituido esencialmente por grupos de humanos que piensan, se mueven y actúan en base las necesidades del grupo. De esas necesidades y de la adaptación a las condiciones espacio-temporales se desprenden las culturas, las producciones culturales y las cosmovisiones de cada una de ellas.


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