Contrariamente a lo que se pensaría inicialmente, el amateurismo empuja a la creatividad, a la innovación y además, a la construcción de identidad.
Como se dice habitualmente en el ámbito empresarial, es necesario hacer un estudio de mercado antes de producir y salir a vender el producto o servicio porque quizás lo que vos ofreces no es necesario para el mercado. Pero, ¿qué pasa si el mercado no te interesa? ¿Qué pasa cuando lo que en realidad querés producir es simplemente una pulsión vital de creatividad? ¿Qué pasa cuando no te importa si tu producción será comprada o no por alguien? ¿Qué pasa cuando el mercado en el que desarrollas tu actividad es muy pequeño? En esos casos propuestos es probable que el sujeto/individuo no tenga incentivos para desarrollar una actividad donde la “técnica” sea importante, porque lo que sí importa en estos casos es hacer, producir y “decir” lo quieras, de la manera que quieras.
El amateurismo cumple con esas condiciones cabalmente. Es en sí mismo un espacio de libertad y creatividad porque no tiene una finalidad comercial de antemano.
Desde mi punto de vista, Uruguay es un país donde el amateurismo es moneda corriente para gran cantidad de actividades artísticas, deportivas y otras producciones humanas.
Las condiciones de mercado pequeño posibilitan el desarrollo de todas las habilidades creativas del sujeto. Las bajas probabilidades de “monetizar” su propuesta terminan siendo una condición que habilitan al sujeto creativo a no cuestionarse profundamente qué es lo que los otros buscan y solo se concentre en lo que “él” quiere decir o hacer. Eventualmente la obra o el producto, por singularidad, creatividad, o carácter innovador puede encontrar un nicho que valore la singularidad de esa producción y esté dispuesto a pagar por su adquisición. Se produce una suerte de “desbalance” entre la masa crítica en el desarrollo de una actividad y el mercado de consumo. Mientras la masa crítica puede ser muy densa y con alto componente competitivo, el mercado de consumo no tiene el mismo tamaño, entre otras cosas porque hay “tantos produciendo, que deja pocos consumiendo”.
Uno de los ejemplos evidentes sobre la importancia del amateurismo y sus consecuencias en la creatividad es el fútbol. Los mejores jugadores de fútbol de la historia se han construido en “la calle” o “el potrero”. Esos espacios de desarrollo de las habilidades tienen limitantes mínimas y a su vez están reglados por convenciones muy puntuales. La práctica intensa de la actividad en un espacio poco reglado podría generar lo que yo llamo “pericia por práctica”.
¿Qué características tiene esa pericia por práctica? Es básicamente un repertorio de habilidades que se pudieron practicar de manera intensa en un espacio de libertad muy amplio, muy poco reglado y que se caracteriza por la competencia directa con los otros que se mueven a su vez en ese mismo espacio poco reglado. La masa crítica -caldo de cultivo- es muy densa y la competitividad es muy alta. Por tanto, los sobresalientes son muchos en relación a las condiciones demográficas. Al mismo tiempo se da la paradoja de que el mercado es pequeño, lo que provoca que las condiciones materiales de práctica sean muy pobres. Infraestructura muy pobre en relación a lo que genera, estadios con pocos espectadores, en fin, un desbalance evidente.
Esa misma condición se replica en otras prácticas humanas y en las artes en general: música, escritura, artistas plásticos, etc.
En suma, el amateurismo amplía la frontera de la creatividad; principalmente porque se piensa en “vivir para” y no en “vivir de”.
Entonces sería bueno preguntarse ¿qué rol juega el amateurismo en la creación de identidad? Pues bien, como sabemos la identidades se construyen de múltiples maneras y apoyada sobre múltiples aristas. Creciendo en una cultura que ofrecerá estas condiciones de vida, posiblemente cada sujeto que sea parte de ese entramado puede sentirse conducido a ser parte de esa masa crítica. Como se explicó anteriormente, no se trata de “producciones” que solo nacen para ser comercializadas, sino para competir con un otro cercano: amigo, vecino, familiar o conocido; el mercado es tan pequeño que necesitamos destacarnos y sobresalir si queremos llamar la atención de éste.
De este modo se podría proponer que el amateurismo juega un rol fundamental en las producciones humanas, y en consecuencia, en la creación de identidad. Esa identidad probablemente sea atravesada por una línea común: la competitividad. Esa competitividad puede encontrarse en cada una de las actividades y producciones humanas de una sociedad con estas características, entre ellas los deportes, las artes y las actividades productivas.
En el lado opuesto se encuentra el profesionalismo. Éste viene acompañado de reglas, encuadres y limitantes que atentan contra la creatividad. La legitimación es parte fundamental del profesionalismo, lo que implica que la construcción creativa tenga necesariamente que estar mediada por un “panel de expertos” que son quienes determinan si la obra se enmarca en lo entendido como "profesional". Ese marco actúa como condicionamiento externo que “recorta” desde el principio las posibilidades de innovar.
Con esto no estoy diciendo que el profesionalismo no sea importante para el desarrollo de una sociedad y la resolución de problemas que allí se puedan producir. Lo que sí propongo es que el espíritu amateur no abandone ninguna de las actividades humanas en ninguna de las etapas de desarrollo. Para todo acto de creación y/o innovación es necesario mantener una mirada desinteresada, poco reglada, que nos posibilite evaluar todas posibilidades y dentro de un marco de convenciones muy puntuales.
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