La migración es un fenómeno humano que se desarrollo junto con la especie. Es la manera que los seres humanos encontraron para sobrevivir en grupo, ya sea para escapar, encontrar alimento, asentarse, o cualquier otro motivo que llevó a que millones de seres humanos se hayan movido de forma grupal o individual a lo largo y ancho del planeta. La reflexión que propongo está basada en la experiencia personal y en la experiencia de personas que me rodean que han pasado trayectorias similares.
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Antes que nada, vale la pena convenir que la migración es un fenómeno inherente a la evolución humana, y que la historia del ser humano, es la historia de la migración. Aun siendo así, es necesario traer este tema a discusión, ponerlo sobre la mesa, principalmente porque a los migrantes siempre se les habla de las ventajas que implica salir del lugar donde viven para construir una vida en ese nuevo lugar que ofrece otras oportunidades que pueden ser muy codiciadas. Pero el problema radica en que nadie habla con seriedad de cuáles son las desventajas de emigrar, no para desalentar a que la persona lleve adelante su experiencia, sino para que simplemente tenga la información completa de qué cosas pueden pasar y qué pueden esperar de ese momento en adelante en su vida, en su forma de ver el mundo, y hasta en su estado de ánimo.
Ser migrante es una experiencia dolorosa en cualquier país del mundo y para cualquier individuo. Una vez que se cruzan las fronteras para migrar, la vida de esa persona ya no será la misma; se encontrará en el punto intermedio de, al menos, dos culturas. El desarraigo genera dolores internos difíciles de transmitir a aquellos que no han pasado por la misma experiencia. Existe una sensación de falta permanente, de incompletud, vacío; en cierto sentido, el sujeto se puede llegar a sentir roto. Un ejemplo que forma parte de la historia y fortalece este argumento, es que uno de los mayores castigos en la Grecia clásica era el ostracismo, es decir el destierro político de una persona como castigo. Pero lo que debemos preguntarnos es: ¿por qué esto es así?, ¿qué es lo que sucede a nivel psicológico en el sujeto?, ¿qué sucede a nivel social con este sujeto? Hay autores en la sociología que han investigado sobre el fenómeno. Por ejemplo, Alfred Schutz ha logrado explicar el fenómeno de manera muy acertada con sus ensayos “El forastero” o “La vuelta al hogar”. Lo que propone dicho autor es solo alguna de las explicaciones posibles para un fenómeno complejo y multidimensional.
He escuchado a migrantes cubanos en Uruguay decir que para ellos migrar ha significado “nacer de nuevo”, reaprender toda su visión del mundo y tratar de adecuar todos sus viejos hábitos a su nueva realidad. Esto se explica porque el sujeto pierde sus marcos de referencia. Los marcos de referencia para una persona actúan como coordenadas de cómo actuar y qué hacer en cada contexto. Cuando se pierden esas coordenadas, o nos quedamos sin marco de referencia, quedamos en la más absoluta indefensión que provoca que no sepamos qué decir, qué hace en cada situación. Puede parecer complejo, pero en realidad es a lo que estamos sometidos a diario todos los seres humanos. El mismo fenómeno ocurre cuando vamos a una reunión social con gente que no conocemos, cuando comenzamos un nuevo trabajo, etc. En los espacios donde somos recién llegados, siempre nos vamos a encontrar con un grupo formado (una cultura) que tiene sus propios códigos, sus propias reglas, en definitiva una serie de coordenadas que se construyeron con el tiempo. El problema para el recién llegado, es que no puede aplicar ninguna de sus coordenadas, su marco de referencia, en definitiva, su receta de actuación, y es por la sencilla razón de que no aplica en ese nuevo contexto. Para el grupo que nos recibe (país, cultura, grupo de trabajo) son sujetos “sin historia” que encierran un cierto “misterio”, razón por la cual el recién llegado siempre debe estar en una situación de “demostración”, de explicación de quién es, cuáles son sus objetivos, y de alguna manera convencer de que está dispuesto a integrarse en esa nueva realidad. En definitiva, son una serie de fenómenos que suceden a nivel microsocial, de maneras muy poco visibles, pero muy determinantes para el futuro del recién llegado.
Las soluciones al problema planteado no tienen efecto inmediato, sino más bien, se trata de un largo proceso de construcción de vivencias y experiencias compartidas en el nuevo lugar de acogida. Es solo a través del tiempo y de la reputación que vayamos construyendo sobre la marcha lo que nos dará un lugar propio en ese nuevo espacio.
Por otra parte, las condiciones económicas, de crecimiento personal y profesional no suplantan el vacío. Siempre faltará algo, no solo en el nuevo lugar de residencia, sino que también en nuestro viejo lugar de residencia, nuestra tierra. Esto se debe a que el sujeto al migrar amplía su mirada y adquiere PERSPECTIVA. La perspectiva es algo que parece menor pero juega un papel fundamental, ya que es la que nos hace crecer, ver nuestra tierra natal con otros ojos, y por lo mismo, también seremos incomprendidos por los paisanos, nuestras familias y amigos si regresamos a la tierra natal. En ese sentido, la migración también es un espacio de soledad, no porque el sujeto no esté rodeado de personas, sino por la complejidad que implica ser comprendido en su cabalidad.
Es necesario aclarar que no todo es negativo; por el contrario, para muchas personas, migrar representa probablemente una gran oportunidad en la vida para desarrollarse de infinitas maneras y construir un futuro para las generaciones venideras. También es verdad que una persona con experiencias diversas adquiere una perspectiva más amplia del mundo, la cultura y la convivencia. Sin duda, este es el mayor capital que tendrá el migrante: fortalecer todas sus habilidades blandas, es decir, habilidades sociales y de resolución de problemas.
Finalmente, al compartir esta reflexión, no quiero sugerir que las personas no deben migrar; todo lo contrario, creo que es una experiencia que expande, que impulsa el crecimiento, y que, independientemente de las razones que lleven al sujeto a realizarla, siempre es recomendable. Simplemente, esta reflexión o narración desde la experiencia no tiene otro objetivo que poner sobre la mesa una realidad conocida solo por aquellos que han dado ese difícil paso.
Además, este tema es poco compartido, poco socializado por la “víctima”, ya que siente que compartir ese dolor no le aportará nada positivo. Temen que será mal visto por su nueva comunidad (así como por la antigua), por lo que prefieren callar. En definitiva, es un dolor que se vive en soledad o, en el mejor de los casos, solo compartido con aquellos que han tenido una experiencia similar.
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