Esta reflexión es una apología de la imprecisión. Advierto que puede sonar raro, incluso impopular. La tradición del pensamiento occidental está basada en que la vida, la producción, el diálogo y muchas otras acciones de la vida cotidiana deben ser mediadas por la precisión. Un ejemplo evidente de esta postura es la puntualidad para los encuentros o cuidar y mantener una receta para producir cualquier producto. No solo es una costumbre, sino que es lo esperable o lo deseable socialmente. Tal es así que hay grandes empresas o marcas que hacen una apología de la precisión como lo es Rolex, incluso es una marca país, la precisión Suiza.
Las ciencias siempre exigen precisión, pero en un ámbito creativo como la ciencia, ser impreciso implica abrir una nueva puerta hacia una nueva creación, obviamente no planificada, pero igualmente válida.
En la investigación científica se habla de la “frontera del conocimiento”. ¿Pero qué es esa frontera?, ¿qué implica? Si hablamos de frontera, hablamos de delimitación, cosa que trae aparejado el reconocimiento de que se trata de algo desconocido, y como todo lo desconocido necesita de un nuevo modelo, un nuevo marco de referencia para ser interpretado. La precisión tiene la particularidad que sirve para hacer y explicar las situaciones y fenómenos ya conocidos, ya modelados. ¿Pero qué pasa cuando nos enfrentamos a algo nuevo, desconocido? Es evidente, aunque no siempre reconocido, que un nuevo fenómeno no puede ser pasado por el tamiz de los modelos que tenemos para explicar lo existente, la propia existencia de ese nuevo fenómeno nos obliga a crear nuevos instrumentos, nuevas categorías para interpretarlo y explicarlo.
Entonces vale preguntarse ¿qué pasaría si todo fuera absolutamente preciso? Ensayando una posible respuesta a esa pregunta podríamos coincidir en que habría una gran dosis de inmovilismo, nada cambiaría porque habría una respuesta exacta para cada problema planteado, y por lo tanto, todo sería siempre igual.
En contraposición a lo que se viene comentando, la imprecisión puede resultar un elemento disruptivo, ya que de manera inherente (por la imprecisión en sí misma) nos interpela y nos empuja a dar una nueva solución que además debe desarrollarse en tiempo real. Hablamos de una especie de dialéctica hegeliana que nos lleva a ampliar la frontera y correr los límites de forma inesperada, de manera que nos obliga a improvisar. Quizá en esa improvisación es donde logramos dar un gran salto cuántico en la materia y en nuestra manera de entender y hacer el mundo.
Una parte fundamental de ese proceso de asimilación de la imprecisión como parte del recorrido está fuertemente vinculado con la aceptación. El mundo y la vida transcurren en medio de un sinfín de situaciones inesperadas, imprevistas y fortuitas, que pueden surgir de forma espontánea y con escasas posibilidades de prevenirlas. La pregunta que nos hacemos acá es ¿qué hacemos frente a semejante desafío?, ¿cómo hacer que esa realidad caótica sea un insumo para el desarrollo y no un elemento que nos deje sin respuesta? Como se dijo al principio del párrafo, la aceptación, como concepto psicológico, juega un papel fundamental, ya que nos predispone para asumir la realidad, con situaciones agradables o desagradables, sin procurar cambiar o combatir aquello que no podemos controlar o que ya sucedió.
En ese sentido, vale la pena poner sobre la mesa que una imprecisión o situación accidental siempre será analizada ex post facto, es decir, después del hecho ya ocurrido, ya acontecido. Por lo que se trata de una situación que no tiene vuelta atrás. Se trata de una “nueva realidad” no prevista que nos obliga a “recalcular”.
Esas condiciones de inestabilidad mencionadas previamente nos exigen mucho más y nos obligan a una concentración mucho más elevada en el desarrollo de soluciones que en condiciones controladas o estables. Es a partir de esa exigencia in extremis donde surgen ideas o soluciones que habitualmente se catalogan como soluciones vinculadas al pensamiento divergente o de ideas que surgen por “pensar fuera de la caja”.
En resumen, la imprecisión, entendida como una acción inducida por el error, o entendida también como una condición de la realidad, puede ser un instrumento muy poderoso para el desarrollo de ideas y soluciones poco convencionales o escasamente previsibles, ideas o soluciones que se salen de los carriles “normales” de pensamiento.
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