Todos hacemos y deshacemos diariamente sin pensar mucho en que cada una de nuestras actividades diarias y momentáneas pueden ser un actividad pasible de mejora en su ejecución en términos de calidad como de tiempo. Entonces surge la pregunta: ¿Cómo sería un mundo donde todos fuésemos totalmente eficientes?, ¿Qué pasaría si cada una de nuestras actividades cotidianas estuvieran planeadas para maximizar la eficiencia?, ¿Qué consecuencias tendría estar atentos a apagar luces cuando no se necesitan y cerrar la puerta del refrigerador más rápido? Estas preguntas son solo ejemplos de miles de otras que se pueden hacer y vinculadas con todas las áreas de la vida pública y privada.
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Como estamos en el marco de lo hipotético, no queda otra opción que ensayar alguna respuesta, pero más que respuestas, el objetivo de esta reflexión es hacernos pensar hasta qué punto el ser humano puede ser ineficiente por el solo hecho de aferrarse a la inercia o la costumbre. Esta reflexión, es desarrollada sin tener conocimientos en ingeniería, ser un experto en procesos, pero sí con la intención de poner en relieve un sentir personal que probablemente puede ser compartido por otras personas.
Si hay algo que aprendimos con esta coyuntura de pandemia, es que las condiciones tecnológicas de vida estaban dadas para desarrollar nuestras actividades cotidianas de una manera diferente. La adaptación a la nueva realidad, obligada por la pandemia de covid-19, no fue otra cosa que una revolución. Esa palabra, tantas veces utilizada pero pocas veces con sentido, según la RAE, significa: “Cambio rápido y profundo en cualquier cosa”. Tal como dice la definición, se trata de algo rápido, profundo, y en otras acepciones hasta “violento”. Pero la pregunta que surge en este caso es: ahora que ya sabemos, que nos dimos cuenta de que las cosas se pueden hacer diferente ¿vamos a volver a hacerlas igual? Desde lo teórico parece una pregunta fácil de responder, pero en la práctica, podemos encontrarnos con la triste realidad de que no hayamos podido capitalizar del todo esa “ventana de oportunidad” que nos ofreció el contexto de pandemia.
Lo cierto es que hay ciertos espacios de trabajo y de la vida cotidiana en general, donde existe una “presión” o coerción para el regreso a la vida tal como la conocíamos. Desde el ámbito educativo tanto a nivel primario, secundario y universidades, las autoridades tienden a creer que el regreso a la presencialidad es la mejor de las condiciones para la continuidad educativa. Luego, en la realidad, sucede que los estudiantes de todos los niveles, especialmente los más altos (bachilleratos y universidades) entienden que el modelo virtual tiene ventajas muy importantes que repercuten en el aprovechamiento de su tiempo y evita los traslados y gastos innecesarios. En ese sentido uno se podría preguntar: ¿las universidades seguirán dando clase presencial a cualquier costo?, ¿No sería más sensato pensar en un modelo híbrido (presencial y virtual) que no sólo no afecte negativamente los aprendizajes, sino que por el contrario, mejore las oportunidades de aprendizaje?, ¿Un modelo híbrido podría ser mucho más inclusivo ya que derriba las barreras espacio-temporales?
En las mismas condiciones se encuentran todas aquellas actividades de perfil administrativo y oficinista. Muchos de los trabajadores de este rubro fueron enviados a sus casas durante la pandemia para que trabajen desde allí. Estos trabajadores se adaptaron a esa nueva realidad, al principio con las dificultades que implica “tener la oficina en casa” y otro tipo de situaciones como quién es el responsable de la depreciación de los equipos y mobiliario en uso, o quién paga el internet. Pero según transcurrieron los meses, muchos lograron hacerlo y ven el regreso al modelo anterior como un “retroceso” que implica una serie de gastos en traslado y pérdidas de tiempo, una nueva reorganización y adaptación familiar. Entonces nos preguntamos: ¿es realmente necesario volver al sistema anterior en el 100% del tiempo?, ¿Se puede generar un modelo híbrido que contemple las diferentes dimensiones de la vida del sujeto?, ¿Se puede pensar en el sujeto como un todo, donde la vida familiar, profesional y social son interdependientes e impactan en desarrollo positivo o negativo de sus habilidades?
El transporte es una de las áreas donde las ineficiencias quedan más al descubierto. Todo el transporte en su conjunto es un espacio de la vida donde se puede mejorar infinitamente. Encontramos ineficiencia en el transporte público como en el particular, y a su vez, ambos son parte de un sistema único que tiene por objetivo el traslado de personas o productos. ¿Cuánta energía o combustible se gasta por el transporte público y privado a espacios de trabajo que no necesariamente deben desarrollarse presencialmente?, ¿Cuánto tiempo perdemos esperando el transporte público?, ¿Cómo es posible que gran parte de los autos que encontramos en las calles estén ocupados por una sola persona cuando habitualmente estos están pensados para 5 plazas?, ¿Cómo serían las calles y carreteras si cada persona se trasladara en transporte público eficiente o en un vehículo mono o biplaza?, ¿Habría atascos, accidentes y smog?, ¿Sería tan importante el precio del petróleo?, ¿Los precios que pagamos por los productos y servicios serían más justos?
Uno de los grandes temas de la actualidad es la sostenibilidad ambiental. Este tópico es uno de los más relevantes y donde más queda al descubierto la ineficiencia. La gestión eficiente de residuos es uno de los temas que ocupará gran parte de la discusión para las próximas generaciones, donde además, se necesitarán grandes esfuerzos, no solo para diseñar nuevos modelos de gestión, sino para incluirlos dentro del catálogo de costumbres y de usos de los individuos y la comunidad en su conjunto.
Una de las grandes tareas de la vida familiar a nivel histórico que consume gran parte del tiempo de la familia está vinculada con la alimentación o restauración. La alimentación, tal como la concebimos históricamente, es una actividad repetitiva y rutinaria, no solo en el día a día, sino también en una misma jornada. El orden de ejecución es el siguiente: cocinar, comer, limpiar; para que pocas horas después haya que: cocinar, comer y limpiar nuevamente. Es una actividad que lógicamente es necesaria y vital, pero eso no implica que no sea pasible de mejora en términos de eficiencia.
La alimentación tercerizada no es nada nuevo, existe desde hace cientos de años, un restaurante tradicional es un ejemplo de ello. En la actualidad el desarrollo de ciertas tecnologías, como las apps que conectan al oferente con el consumidor (Pedidos ya, Glovo, Rappi, etc), son la demostración de que allí existe una necesidad de ser más eficientes con el tiempo. No se trata del deseo de alimentarse de comida rápida, sino que se trata de evitar la pérdida de tiempo. Entonces surge la pregunta: ¿podremos transitar hacia un modelo de alimentación o restauración comunitario?, ¿Se podría generar un modelo de hubs alimenticios o de restauración que ofrezcan una alimentación saludable a un precio razonable?, ¿Sería necesario que cada hogar tuviera un refrigerador, cocina, freezer, microondas, etc? No sería tan descabellado pensar en un modelo de ese tipo, sería solo otro paso más hacía la división social del trabajo.
Estos tópicos, son solo la punta del iceberg de los problemas a los que nos enfrentamos en la vida actual, y a su vez, es probable que de cada uno pueda construirse un ensayo en sí mismo. Tal como se dijo al comienzo, aquí no se encuentran las respuestas, sino más bien una reflexión que genera preguntas. Entiendo que las preguntas, en este caso particular, son más importantes que las respuestas rápidas. Y para ello vuelvo a preguntarme: ¿y si todos fuesemos eficientes?, ¿Habrian autopistas?, ¿Tendríamos tantos conflictos con los residuos?, ¿Hablaríamos de cambio climático?, ¿Estaríamos preocupados por la educación?, ¿Estaríamos preocupados por la salud?, etc.
Por último quisiera destacar un hecho positivo y que puede ser la punta del hilo de la madeja, o el comienzo de un camino que puede ayudarnos a superar estos problemas que enfrentamos como sociedad. El desarrollo de la formación en logística es un buen comienzo para generar un cambio de paradigma en términos de eficiencia. No solo por la formación en sí, sino por la posibilidad de generar una masa crítica que amplíe el concepto hacia todas la dimensiones de la vida social: producción, consumo, salud, educación, vivienda, consumo responsable, justicia, democracia, ciudades inteligentes, etc, etc.
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