La tasa de natalidad en Uruguay es una de las más bajas de la historia, en un país que ya se destaca en sí mismo por haber tenido una tasa muy baja desde su conformación como país independiente.
Pero, ¿qué explica esta situación? ¿Las causas son endógenas, exógenas? ¿Qué pasa en el resto del mundo? ¿Qué estamos dispuestos a hacer como sociedad? ¿Es realmente un problema? ¿Tiene solución?
El fenómeno de la natalidad, ya sea baja o alta, tiene explicaciones multidimensionales. Es un fenómeno que no puede tener un abordaje miope. Parte de las preguntas que debemos hacernos son: ¿cuáles son las condiciones socio-económicas del país? ¿Qué nivel de intervención tiene el Estado en políticas públicas y cómo pueden realmente incidir en decisiones que son en términos finales, personales? ¿Cuál es la oferta educativa que le espera a esos niños? ¿Qué tan potente es la red de soporte para los padres? y, sin lugar a dudas, infinitas preguntas más.
Desde un principio uno podría decir que en el mundo occidental, y especialmente en aquellos países con medio y altos niveles de desarrollo económico y/o educativo, los niños tienden a ser un “proyecto”. La dificultad sobre esta percepción de la paternidad es que se generan incompatibilidades con los posibles progenitores, ya que ellos, en tanto individuos con proyectos propios, pueden ver amenazados sus proyectos de vida y realización -personal, profesional- por la llegada de un nuevo integrante a la vida familiar. En ese sentido, quienes tienen el capital cultural y la educación para discernir sobre ese tema se enfrentan a una decisión naturalmente capital, definitiva, y de la cual no hay regreso. Es ahí cuando se termina definiendo en términos de costo-beneficio. La ecuación deriva en una decisión del tipo económica, estructurada y consciente, no motivada por el deseo de crear una familia y trascender con nuestros seres amados y basada en el amor o, en el último de los casos, como continuidad de la especie.
Pero para esta realidad, que está largamente instalada en ciertos sectores de la sociedad, ¿cuáles son los incentivos para reproducirse? El Estado no ofrece las garantías suficientes para “facilitar” la decisión. ¿Qué tan difícil/ fácil puede ser para una pareja joven en edad reproductiva ampliar su familia y acceder a una vivienda propia? ¿Qué tan difícil/fácil puede ser acceder a un sistema de cuidados del bebé-niño para no tener que comprometer las finanzas familiares en el presente y futuro? ¿Cuáles son las ofertas reales para compatibilizar el desarrollo personal y profesional de los progenitores? Y si el Estado no nos brinda todo ese apoyo, ¿cuánto dinero cuesta tener un hijo? y esa es una pregunta estrictamente económica y contable. ¿Cuánto cuesta ofrecerle una habitación propia?, ¿Cuánto cuesta darle una alimentación saludable? ¿Cuánto cuesta que se mantenga con buena salud y con posibilidades plenas de desarrollo físico y psíquico? ¿Cuánto cuesta que esté cuidado mientras no abandono mi carrera profesional o mi puesto de trabajo?, ¿Cuánto cuesta que estudie, no durante sus primeros años, sino a lo largo de toda la trayectoria educativa, lo suficiente para que genere “alas” propias? Y por último, ¿quién paga estos costos?
Todas esas dimensiones, que son parte de la vida misma y por supuesto están encima del plato de la balanza, son las que determinan que la oportunidad de reproducirse y trascender (desde ese punto de vista) se convierta en un sacrificio. Pero, ¿quién paga ese sacrificio? Históricamente, al menos en Uruguay, la oportunidad de constituir esa familia nuclear tradicional no estaba atravesada por todas esas dudas o incertidumbres. El contexto histórico no permitía hacer un análisis de ese tipo para tomar estas decisiones y las familias simplemente crecían, se daba naturalmente. Nadie se cuestionaba nada de eso, era un pacto tácito de que luego del matrimonio venían los niños, y aquellos que no lo hacían, o no lo lograban por razones de imposibilidad biológica, eran vistos con cierto condescendencia y con la sensación de que su vida sería infeliz o vacía. Cuando hablamos de las generaciones precedentes y pensamos en cómo eran las familias, escuchamos a nuestras madres y/o abuelas contar que tuvieron 4, 5, 6, y más hijos, lo cual automáticamente viene acompañado de la frase: “¡qué sacrificio!” Y sí, la verdad es que fue un sacrificio. Las mujeres de esas generaciones tuvieron como horizonte de vida desarrollar una pequeña cantidad de dimensiones de sus vidas: ser madres, esposas y jefas de familia. Pero, ¿es justo haber “sacrificado” a generaciones enteras de mujeres?
Pero entonces, ¿qué pasó en el medio, desde el principio del siglo XX y la actualidad? Mucho. Entre otras cosas, las mujeres que crecieron o fueron adolescentes en los años `60 o `70 del siglo XX -al menos en el mundo occidental- ya no quisieron tener la misma vida de sus madres o sus abuelas. Entendieron que tenían derecho a la autorrealización personal o profesional, derecho a la vida pública, y eso sin lugar a dudas, se contrapuso con el proyecto de vida familiar nuclear. Por lo tanto, el modelo prevalente hasta el momento quedó en riesgo absoluto.
Además, la educación se democratizó mucho más a niveles secundarios y terciarios y las condiciones económicas mejoraron en todos los niveles. En la actualidad, las mujeres acceden a educación terciaria en números ampliamente mayores a los hombres. El mundo se ha globalizado y eso permite que todo esté “a la vuelta de la esquina”, lo que implica que las “zanahorias” están desparramadas por más lugares. Hubo avances tecnológicos impresionantes que nos permitieron aumentar considerablemente nuestro tiempo libre. Avances que nos permite acercarnos e interconectarnos con todo el mundo.
Por otra parte, la industria del entretenimiento y el ocio creció enormemente. Vivimos en una sociedad orientada al disfrute de sus posibilidades y de su tiempo libre. Se amplió el rango etario para etapas como la adolescencia o la juventud. El problema que acarrea esa nueva concepción de la edad es que los avances biológicos son mucho más lentos que los avances tecnológicos y de vida, por tanto, aunque percibamos que somos jóvenes con más de 40 años, en términos biológicos, es bastante probable que la opciones de maternidad hayan bajado drásticamente a esa edad. Desde ese punto de vista, nuestra autopercepción no tiene una correlación entre cómo nos sentimos y lo que el cuerpo realmente nos permite hacer.
También pasó (por suerte), que aprendimos a preocuparnos más por ellos (los niños). Hay una verdad que nos atraviesa a todos, y esa es que queremos que tengan más y sean mejores que nosotros. Queremos acceso a mejor educación, a mejores herramientas para su desarrollo, entre muchos otros etcs.
Es siempre cierto, que las condiciones óptimas son imposibles de lograr, porque además, la percepción de lo óptimo es meramente subjetiva y no significa lo mismo para una familia que para otra. Pero sí tenemos la necesidad de ofrecer mejores opciones que las que tuvimos las generaciones anteriores. Esto no es una explicación en sí misma, pero sí es un factor latente que puede inclinar la balanza en un momento de duda.
Para dar un giro a las condiciones actuales de natalidad es importante destacar que el mensaje no debe ser igual a toda la sociedad en su conjunto, sino más bien, que nuestro público objetivo será aquel grupo de personas que están en edad reproductiva. Podríamos consensuar que quienes están en edad reproductiva se encuentran entre los 20 y 40 años. A su vez, dentro de ese mismo grupo podemos establecer al menos dos etapas bien distintas que necesitan de mensajes diferentes para sentirse respaldados para emprender “la empresa familiar”.
a) Un primer grupo es aquel que se encuentra entre los 20 y 30 años. Deberíamos determinar qué mensaje es necesario para ellos en función de un perfil que siempre es generalizado. En esta etapa de la vida las personas están recién “rompiendo el cascarón”, saliendo a la vida adulta, estudiando o dando sus primeros pasos dentro del mercado de trabajo. Por tanto, si bien es una población con las mejores condiciones biológicas para la reproducción, hay que reconocer que no tienen las mejores condiciones de ingresos, estabilidad laboral, experiencia de vida, acceso a la vivienda, y otras variables. Entonces, ¿qué mensaje les damos, qué le ofrecemos para que desarrollen su proyecto familiar con total libertad?
b) Por otra parte, tenemos al grupo que podrían considerarse entre los 30 y 40 años. Estas personas -en su mayoría- tienen mejores condiciones laborales, mejores ingresos y tienden a ser más estables. Por lo general tienen una vida profesional más encaminada, son más maduros y mejor plantados ante la vida. En esta etapa se dan mejores condiciones para viajar, desarrollarse personalmente y disfrutar del tiempo de ocio. Por contrapartida tienen en contra la tiranía del tiempo; el reloj biológico empieza a sonar con más fuerza, y la decisiones vinculadas al proyecto familiar deben ser tomadas a la brevedad. Entonces, ¿qué mensajes les damos a ellos, qué le ofrecemos para que desarrollen su proyecto familiar con total libertad?
Los países ricos sufren el mismo problema aunque la gran mayoría de ellos se descansan sobre las dinámicas migratorias. Abren y cierran puertas a inmigrantes en función de su situación interna o proyección demográfica. Pero sobre esto, quiero aclarar que como solución es un mero espejismo, no solucionan el problema en la raíz. Aquellas familias que arriban como migrantes a países desarrollados quieren lo mismo que todos los demás para sus hijos, mejores condiciones. Por tanto, la ecuación los empuja a que en la segunda o tercera generación ya no serán familias prolíferas, sino que adoptan el modelo de reproducción de país desarrollado, es decir, por debajo de la tasa de reemplazo.
Además, a medida que parte de la población mundial acceda a los beneficios de Estado de bienestar, se desarrollen (China, India), ya el problema será más grave, porque los semilleros de la Europa de hoy (África, Medio Oriente, Asía y sectores de Latinoamérica) cargarán con sus propios problemas de natalidad.
Foto de Polina Kholodova en Pexels
Por último, vale la pena rescatar una de las ideas iniciales. Las soluciones no podrán ser miopes, sino sistémicas y con el abordaje que implica entender esta situación como una problema real de mediano y largo plazo, con un objetivo único y mínimo que permita que las tasas de reemplazo no se vean amenazadas. Pero NO colocando sobre los hombros y a cuenta del sacrificio de las generaciones jóvenes, sino al esfuerzo de una comunidad en su conjunto, entendiendo que cada niño representa un futuro mejor para la comunidad en su conjunto y NO una amenaza para los objetivos de vida de los adultos.
Hola Andrés! Te felicito por este espacio de reflexión!! Está muy bueno para pensar estos temas que nos compete a todos/as sin duda. De una manera u otra la caída de la natalidad a la larga va a llegar a afectar a toda la población. Comparto tu planteo.
ResponderBorrarEs un tema que las y los que venimos trabajando con niñas y niños nos pregubtamos quienes son las y los que en este momento están teniendo hijos? Se viene notando que las personas que gozan de un bagaje cultural, de educación y económico se proponen no tener hijos. Cada vez hay más mujeres que buscan proyectarse en distintos ámbitos y de muy distintas maneras y el tener hijos no es una prioridad ni está formando parte de un proyecto de vida. Hay cada vez más mujeres conscientes de lo que implica la maternidad en términos de cuidados y disponibilidad de tiempo, tiempo que hoy lo invierten en la búsqueda de superacion personal, profesional y social, además del costo económico que implica tener un hijo en las mejores condiciones. Por otro lado hay más apertura a dialogar y educar sobre sexualidad no solo a nivel familiar sino también en las instituciones educativas y en los centros de salud. Desde hace algunos años funcionan las policlinicas adolescentes, dónde no solo se brinda información sino que también se les proporciona en forma gratuita los distintos métodos anticonceptivos y las policlinas de IVE ( interrupción voluntaria del embarazo) . Esta es solo una de las razones que puede estar contribuyendo a esta baja de natalidad en nuestro país. Mi pequeño aporte a tu reflexión.
Gracias! Sin duda muy interesante lo que contás. Con más razón desde tu lugar.
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