Esta reflexión es sólo un capítulo de una mucho más amplia que fue escrita en mayo de 2020 y hasta ahora no habían visto la luz.
Capítulo IV
Globalización
Una de las preguntas que surgen en este contexto es ¿qué responsabilidad tuvieron las empresas aeronáuticas en la propagación de la pandemia?, ¿qué tan responsables han sido aquellas empresas vinculadas a la industria turística, hoteles y agencias de viaje?, ¿qué responsabilidad tuvieron los medios de comunicación y redes sociales acerca de la información o desinformación sobre la pandemia?
Desde mi punto de vista y en mi opinión, las empresas aeronáuticas fueron las grandes responsables de la propagación del virus a lo largo y ancho del globo. El virus COVID-19 no se traslada solo, utiliza al ser humano como vector biológico para expandirse y reproducirse. En ese sentido, el movimiento humano fue determinante en la expansión del virus y por esa razón era tan importante suprimir en totalidad los traslados de personas de zonas afectadas hacia aquellas que no tenían circulación del virus.
Las razones parecen muy evidentes. Ninguna de las empresas aeronáuticas quiso perder oportunidades de ganar, congelar sus operaciones por más mínimo que fuera el tiempo exigido. La presión de los inversores y los mercados fueron más importantes que la salud planetaria. En ese sentido, se puede decir que fue una muy mala decisión. El parate por 40 o 50 días a determinados destinos de Asia hubiera significado una pérdida ínfima comparada a la que se encuentran en la actualidad, dicho sea de paso, pérdidas que llevará mucho tiempo recuperar. Desde ese punto de vista, claramente primó la individualidad y el espíritu capitalista y no solo en las empresas de transporte, sino también en aquellas personas que continuaron viajando de un lugar a otro como si nada pasara. Es así que los aeropuertos se convirtieron en “hubs logísticos” propagadores del virus. Ejemplo de ello fue Milán, que cumplió un papel importante en el desarrollo de la pandemia y la expansión del virus hacia Europa Occidental, las Américas y África. Si bien el virus se venía expandiendo en Asia de manera consistente, el salto cualitativo se dio en su llegada e instalación en Europa y las Américas.
En lo personal, me causa un tanto de tristeza que el interés de una industria, un colectivo empresarial, pusiera tan por encima sus interés individuales por los de sobre la gran mayoría de los habitantes del planeta.
En esa misma línea se comportaron todas las empresas del sector turístico. Es cierto que la industria turística es una de las más importantes del mundo y emplea a millones de personas generando ingresos muy importantes, a veces determinantes para algunos países. Pero haber hecho una mala gestión del problema durante la expansión del virus ha provocado que actualmente sea una industria en ruinas en todo el mundo. Es decir, una buena gestión hubiera generado impactos muy negativos en algunas zonas, pero no en todo el planeta.
La industria hotelera, así como el transporte y las agencias de viaje se encuentran “heridas de muerte”. Muchas de las empresas vinculadas a estos sectores de la economía han debido cerrar sus puertas generando desempleo por millones en el planeta. En términos generales, esta una de las industrias que ha solicitado y ha recibido más ayudas de los Estados, una suerte de soporte ficticio o respirador artificial que les permita sobrevivir mientras tanto.
Por otra parte, hay que reconocer que tomar las decisiones drásticas necesarias para ese momento no era sencillo. El nivel de incertidumbre y lo confuso que resultaban las noticias no ayudaba a tomar las mejores decisiones. Con más razón cuando, ni la comunidad científica, ni la política internacional daban mensajes claros de qué se debía hacer.
Finalmente, los medios de comunicación así como las redes sociales, que son el gran ejemplo y la máxima expresión de la globalización, jugaron y juegan un papel fundamental en el sentir de la población sobre la marcha de la situación.
Se podría decir que por primera vez en la historia, la cobertura del desarrollo de una pandemia se hizo en tiempo real y con un nivel inmediatez nunca visto. Los medios de comunicación y redes sociales fueron generando información de forma permanente y por esa misma inmediatez, no siempre fue acertada.
Los medios legitimados por su historia y trayectoria como el periódico, la televisión o la radio, no estuvieron a la altura del acontecimiento. Parte de la explicación de ese fenómeno está relacionado con el cambio de cómo se consume la información y por qué medios. Los medios tradicionales, asediados por la evolución de las redes sociales, ya no informan a consciencia ni con el nivel de precisión que solicitaba la ocasión, sino que por el contrario, se dejaron llevar por las olas generadas en las redes sociales con todas las imprecisiones que eso permite, al punto de que en muchas instancias se hacen eco de noticias falsas. Lamentablemente, este episodio de resonancia mundial y un hecho histórico en sí mismo, deja al descubierto que los medios tradicionales ya no deben ser concebidos como un servicio a la población, sino más bien, como empresas que compiten con otras por nuestra atención, independientemente de qué nivel de precisión tenga la información brindada.
Por otra parte, las redes sociales tienen un comportamiento anárquico. La democratización del acceso a internet y a un dispositivo inteligente, como una PC o un SMARTPHONE posibilitaron un cambio radical en el manejo de la información, la creación de noticias, su propagación, y por último, la manera de consumirla. Cualquier individuo con un dispositivo de este tipo y acceso a internet puede ser creador de noticias, generar corrientes de opinión, infundir miedo, pánico y mucho más. En este sentido, las posibilidades son infinitas, y las consecuencias imposibles de medir. La opinión que nos formemos como sociedad y como individuos sobre cualquier tópico de aquí en adelante, dependerá exclusivamente de qué información consumimos, de dónde la consumimos y de cómo la interpretemos.
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